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Salud y Familia

Automedicación como una falta de cultura

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En un mundo en el cual la industria farmacéutica parece tener la respuesta en comprimidos para todo tipo de problemáticas y trastornos, la ilusión de muchas personas de superar una situación de malestar y “malsentir”, a partir de la automedicación, es por demás habitual.  

 

Por diversas razones que abarcan desde el costo económico y el tiempo invertido, hasta los trámites burocráticos, personas de diversos grupos etarios utilizan medicamentos que están a su alcance.
 
Para ello, se basan en el autodiagnóstico, en la experiencia adquirida sobre un trastorno de salud –generalmente leve a moderado en sus consecuencias-.  
 
En ocasiones, la automedicación se asocia al acceso por personas afectivamente cercanas que son vistas como “solidarias”. En otras, a través de mecanismos informales, mediante la compra de medicamentos que se encuentran fuera de los circuitos legítimos.
 
Se han descrito distintos tipos de problemas asociados a la automedicación, desde las intoxicaciones, los efectos secundarios del fármaco, hasta el aumento de la resistencia bacteriana a los antibióticos. En ocasiones, son niños y adolescentes quienes observan la automedicación por parte de sus figuras parentales próximas (madres, padres, abuelos). Como en tantos casos, se aprende más por lo que se observa que por los mensajes verbales de quienes mantienen una actitud contradictoria entre el decir y el hacer.
 
Niños y niñas en edad pre-escolar tienen un riesgo mayor aún. Sus padres dejan en cocinas y baños algunos medicamentos, y los más pequeños les imitan, “porque les duele la cabeza” o simplemente porque quieren replicar las conductas paternas.
 
Por otra parte, el elevado nivel de instrucción no parece ser un factor protector de la automedicación, sino por el contario, un factor de riesgo. Personas que están convencidas de su saber sobre determinados fármacos, actúan de manera imprudente en el uso de medicamentos. 

Es necesario comprender las razones personales y sociales por las cual tanta gente se automedica o induce a la automedicación. Entre estas razones -que no pretenden justificar sino entender este comportamiento- se encuentran las dificultades para el acceso a los establecimimentos de salud en forma apropiada -o querer evitar la espera (véase la situación actual de algunos hospitales públicos)-,  así como la necesidad de dar rápida solución a un malestar sin tener que suspender las obligaciones propias (en la esfera doméstica y laboral), el temor a un diagnóstico certero, ocultando con medicamentos los síntomas emergentes, entre otros.
   
Deberíamos educar para evitar la automedicación y, a su vez, brindar las posibilidades sanitarias que minimicen este comportamiento. Es decir, la automedicación no puede verse en forma aislada como una actitud incorrecta, sin entender ni intentar modificar el contexto que la genera.

 

momwo.com

Foto rahego Flickr

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