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Seguridad

Los secretos del CISEN

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Formado en el ITAM, con un sólido prestigio académico y una modesta carrera como servidor público, Guillermo Valdés Castellanos trabajó durante tres lustros en el Grupo de Economistas Asociados antes de incorporarse al equipo de trabajo de Felipe Calderón Hinojosa.

Alejado –por decisión propia– de las cuestiones partidistas, nunca pudo abstraerse de la esfera calderonista. Así ocurría desde 1995, cuando el entonces presidente nacional del PAN, Carlos Castillo Peraza, pidió a su entonces secretario general que recibiera los “análisis de gobernabilidad” y los escenarios políticos, económicos y sociales elaborados meticulosamente por el politólogo itamita.

Desde entonces entre Calderón y Valdés se trataron con cordialidad y franqueza, sin intereses políticos o agendas de corto plazo de por medio. En el 2006, el socio de GEA bien pudo hacerse cargo de la coordinación de asesores o del área de opinión pública en Los Pinos, pero su amigo le pidió que aceptara hacerse cargo del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).

¿Por qué? Era necesario alguien de todas las confianzas, en esa área estratégica. Valdés puso una condición: regresar a la vida privada un año antes de que acabara el sexenio, pues no quería intervenir –deliberada o indirectamente– en el juego de la sucesión. Salvo un episodio incómodo al principio de su gestión –dijo al diario británico Financial Times que no podía descartarse la posibilidad de que legisladores federales hubiesen sido financiados por narcos–, siempre cumplió con discreción las encomiendas que le encargaron entre enero de 2007 y septiembre de 2011. Esos años críticos se enfocó a la elaboración de evaluaciones y escenarios estratégicos sobre los temas de la agenda de seguridad nacional. Y junto con John Brennan, Asesor de Seguridad Nacional del presidente Barack Obama, coordinó el Grupo de Alto Nivel México-Estados Unidos en materia de cooperación para la seguridad.

Valdés Castellanos cumplió con sus tareas y su plan de retiro al pie de la letra, no obstante que Calderón Hinojosa enfilaba a su último año en medio de turbulencias y amenazas. A finales del 2011, se radicó en Madrid, como investigador adscrito a la Fundación Ortega y Gasset.

“Becado en casa” –como se autodefinía–, Valdés Castellanos gozó las prerrogativas del anonimato en España. Y sobre todo, aprovechó el tiempo para revisar la información que acumuló durante el sexenio calderonista sobre la genealogía del crimen organizado en México.

En pocas ocasiones apareció en público y nunca, fuera del contexto académico. El 20 de noviembre del 2012, ante una abarrotada Ágora Securitas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Cádiz, aceptó sin dilaciones: la violencia, más que la inseguridad, era el principal problema que enfrentaría el nuevo gobierno. Y en el sexenio que estaba por expirar, el año 2011 había sido el más duro, con un promedio entre 42 y 45 asesinatos diarios. Un promedio de dos, cada hora.

Antes, a propósito del operativo de seguridad que derivó en el fallecimiento de Heriberto Lazcano Lazcano, Valdés Castellanos catalogó a Los Zetas como la organización criminal que introdujo “la planificación y la ejecución de la violencia con un profesionalismo y exquisitez difícilmente vistos en cualquier otra parte del mundo”.

Sobre esos temas y personajes quería un libro Editorial Santillana. El ex director del CISEN comenzó a redactarlo en España y terminó escribiendo un libro sobre la historia del narcotráfico en México y la relación entre el crimen organizado, la violencia y el aparato de seguridad y justicia.

Entregó el original hace dos meses a los editores de Aguilar –una filial de Grupo Prisa–, que después de correcciones fue enviada a imprenta. Con el inicio de abril, Valdés Castellanos regresó a la vida pública. En su antigua oficina de la calle de Pestalozzi ya lo esperan sus colegas del Grupo de Economistas y Asociados. Y sus antiguos amigos de la administración panista ya han tenido oportunidad de observar la presentación con los highlights de su obra sobre la guerra de Calderón.
En esas presentaciones, siempre ante públicos selectos, el ex director del CISEN habla del principal problema de seguridad en México: la maximización del “negocio” de la extorsión y el secuestro, “un modelo tremendamente depredador y violento”, que han privilegiado organizaciones como Los Zetas y La Familia Michacana.

México se volvió violento –sostiene Valdés Castellanos– porque en las últimas tres décadas no hubo policías confiables, ni fiscalías eficaces, ni un sistema judicial del tamaño que se requeriría, ni tampoco un sistema penitenciario digno. Y los carteles supieron imponer su propia ley. Plata o plomo. O los funcionarios se dejaban comprar, o recibían un balazo.

Más que una defensa a la estrategia calderonista para enfrentar al crimen organizado, la obra del ex director del CISEN es una respuesta a los libros que han aparecido sobre el origen y el auge de las bandas de narcotraficantes en México. La mayoría, desde su perspectiva, esfuerzos periodísticos que no rebasan las coyunturas y que en casos particulares han incurrido en imprecisiones conceptuales e históricas, como aquellos que han llegado a hablar de la “guerrilla de las drogas mexicana”.

Y sí: las ediciones se cuentan por decenas –tanto en inglés como en español– y casi todas tienen como protagonista a Joaquín El Chapo Guzmán aunque también reflejan la debilidad institucional de los cuerpos de seguridad pública en México.


Por:  Alberto Aguirre M. / Correo electrónico: aam@mexico.com / elarsenal.net

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