Connect with us

Opinión

México: Los pueblos originarios, los votantes invisibles

Published

on

Enviar Por:

El desafío en México por una representación política que en efecto sea un espejo de la composición de la población sigue sin resolverse.  Ya hemos abordado la situación de la mujer en la política, con sus avances y retos. Pero hay otros grandes sectores que aún viven una situación de marginalización en sus oportunidades no solo de desarrollo educativo, económico y cultural, sino que también político.

Destaca, en ese sentido, la mínima representación política de los pueblos indígenas de México. Según cifras oficiales, hay 25,5 millones de indígenas, considerados en el principio de autoadscripción. Eso es al menos el 21,5% de la población en el país. Si se ha logrado, al menos en el papel, que las mujeres tengan el 50% de las candidaturas, debiese aplicarse también que el 20% de las mismas sean para representantes de dichas comunidades.

Han existido avances, pero aún son muy limitados. El Instituto Nacional Electoral (INE) ha impuesto ciertas acciones afirmativas para garantizar la presencia de pueblos originarios en los congresos locales y nacionales. Del total de los 300 distritos, se determinó que 28 tenían un 40% o más de su población adscrita a un pueblo indígena. Pero se estableció que solo el 4% de las candidaturas debían ser de dicho grupo, la mitad hombres y la mitad mujeres. Eso significa que solo en 12 distritos competirían –sin garantía alguna de ganar– indígenas.

En la actual contienda electoral existió un esfuerzo fundamental de darle voz a los pueblos indígenas en el debate presidencial: María de Jesús Patricio Martínez, más conocida como Marichuy. La lideresa indígena fue presentada como candidata independiente en representación del Consejo Nacional Indígena (CNI). 

Maria de Jesus Patricio, ‘Marichuy’, en un discurso en Ciudad de México. 12 de febrero de 2018. / Edgard Garrido / Reuters

Nombrar a su representante fue un acto de interesante equidad de género. El CNI es una amplia alianza de concejos indígenas de todo el país, muchos que viven según sus usos y costumbres, según los cuales con frecuencia las mujeres son ampliamente discriminadas, habiendo incluso casos como el de la indígena mixteca Gabriela Maldonado, golpeada a latigazos en su intento por formar parte del cabildo de San Martín Peras (Oaxaca), o el de Margarita González López, síndica municipal en los Altos de Chiapas, electa en el 2015, pero cuyo esposo ocupó el puesto y la golpeaba porque seguía reclamando el cargo para el que fue electa.

Así, con Marichuy surgió una voz potente, muy articulada y con una larga trayectoria de lucha por los derechos como potencial aspirante a la Presidencia de la República. Su candidatura dio una gran visibilidad a los temas de los indígenas y de los más pobres del país, y levantó una importante esperanza entre sectores intelectuales sobre su impacto en el debate público.

Marichuy tenía que recolectar más de 800.000 firmas para aparecer en la boleta y dispersos en 17 entidades. Un gigantesco desafío para cualquiera, pero sobre todo para una estructura de pocos recursos y grandes limitaciones en términos tecnológicos, de movilidad y de personal.

El entusiasmo no se cristalizó en una candidatura

Los otros tres aspirantes a una candidatura independiente más conocidos no eran precisamente “ciudadanos”, sino políticos profesionales que renunciaron a sus partidos en protesta por no haber sido nominados: Margarita Zavalasalió del PAN, Armando Ríos Piter del PRD y Jaime Rodríguez Calderón, ‘el Bronco’, del PRI. Los tres contaban con recursos, amplias redes en el mundo empresarial y en el mundo político.

Marichuy empezó con un gran impulso: a principios de noviembre, el ritmo de crecimiento de firmas logradas aumentó en un 80%; de 12.379 apoyos al corte del 31 de octubre, llegó a 22.340 para el 7 de noviembre. En algún momento, se posicionó como la tercera candidatura con mayor crecimiento en apoyos.

Pero el entusiasmo que despertó no se cristalizó en la candidatura. Una campaña hecha en zonas aisladas, con poca población y baja conectividad –indispensable para recolectar las firmas, ya que la única forma de hacerlo era con una app en un teléfono inteligente– fue dejándola rezagada. Además, sufrió asaltos por parte de grupos armados y un accidente de tránsito, viajando por zonas de alta peligrosidad.

Hacia el final, la misma Marichuy reconoció que no lograría los apoyos necesarios, pero es indispensable reconocer la importancia de su esfuerzo: “Aunque no estemos en la boleta, ya ganamos”, dijo ella. “México está secuestrado por el dinero y el poder, y nuestro mensaje, de los pueblos originarios, es que no estamos de acuerdo con este modelo que ha prevalecido, este modelo capitalista que nos destruye”.

Patricio reportó ante el INE 267.115 firmas de las 866.593 que necesitaba; sin embargo derrotó, de lejos, a sus contrincantes en firmas validadas con cerca del 90%, frente al 50 o 70% de los contrincantes que sí lograron alcanzar el número requerido. 

Este proceso preelectoral demostró dos cosas. Uno, que hay que revisar el sistema de registro de independientes. En las condiciones actuales –diseñadas por los partidos en el Congreso para dificultar su acceso– es prácticamente imposible que un ciudadano sin partido y sin ligas a centros de poder pueda participar Dos, que México aún no se sacude su letargo respecto al reconocimiento de la importancia y aporte de la participación de los pueblos originarios.

Marichuy no llegó a puerto, pero sus ideas sí se instalaron en el debate público. Mal harían los candidatos legales en seguir ignorando a estos 25 millones de mexicanos, porque sus necesidades, sueños y aspiraciones han empezado a ser parte de nuestro gran debate nacional. No debe haber marcha atrás.

Portada  /  Opinión   /  Magda Coss Nogueda   /  actualidad.rt.com

Más leídas