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Opinión

El TLCAN: entre las reglas de origen y la incertidumbre política

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La primera ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) concluyó ayer domingo.

Tal y como lo dejó ver el secretario de Economía desde el primer día de la apertura de las pláticas, no será fácil llegar a un acuerdo con la administración de Trump. Considero que son dos elementos que influirán en mayor medida en todo este proceso. Primero, tal y como ya se anunció, es el relacionado con las reglas de origen, mismas que ya hemos explicado en otras colaboraciones de este espacio; el segundo punto, no menos importante, es el relacionado con la incertidumbre política que atraviesa los Estados Unidos con dos hechos recientes: la remoción de Steve Bannon del equipo de colaboradores cercanos del presidente y los hechos de violencia (racismo) ocurridos en Virginia. Explico.

De acuerdo a la óptica de los Estados Unidos, una estrategia para poder revertir el déficit comercial que se tiene con México, es cambiar la composición de integración de insumos para la elaboración de los productos en el marco del TLCAN. Actualmente, si un producto desea apegarse a este principio para no pagar aranceles, debe demostrar que su composición es del 60% de contenido regional, sin embargo, lo que ha planteado la delegación estadunidense es cambiar esta regla a un 80% de composición de componentes de Estados Unidos. Ojo, no de la región del TLCAN. Si este cambio sugerido persiste, quizá no valga la pena seguir negociando. Esto significaría dejar a un lado a toda la planta productiva que se ha instalado en México bajo la idea de utilizar a nuestro país como una plataforma exportadora a los Estados Unidos y Canadá. La cercanía con Estados Unidos ya no sería una ventaja competitiva del país, lo que traería como consecuencia una salida de capitales, la reducción de la Inversión Extranjera Directa (IED) y el desmantelamiento de la planta productiva de los sectores donde precisamente hay encadenamientos productivos perfilados al mercado de Norteamérica. En otras palabras, la industria manufacturera, electrónica y automotriz recibirían un duro golpe. La política económica y comercial tendría que cambiar. México dejaría de ser atractivo. El resultado, por lo menos en el corto y mediano plazo, sería: desempleo, menos recaudación fiscal, migración interna o al extranjero y presiones sociales en los lugares donde existen estas cadenas productivas. Por eso la importancia de no ceder en este punto.

En cuanto a la incertidumbre política que ha generado y profundizado Trump en días recientes, representa un agotamiento y cansancio de los que creían en su proyecto de nación. Se han percatado que conducir las riendas de la primera potencia global va más allá de usar las redes sociales y criticar a sus adversarios. El inquilino de la Casa Blanca se está quedando cada vez más solo y eso nos debe de preocupar. No es descabellado que en vísperas de recuperar algo de credibilidad use al TLCAN o a México. Otras posibilidades son los casos de los conflictos con Corea del Norte, Rusia o China que dudo mucho actué en consecuencia. La caída de Trump es cuestión de tiempo, lo malo del asunto es que en lo que eso sucede se desarrollarán las negociaciones con México y Canadá. Nuevamente la coyuntura nos está jugando una broma pesada. Pase lo que pase, esta experiencia nos debe de dar una lección: a los Estados Unidos, ni todo el amor, ni todo el comercio.

POR    / COLUMNASLA COLUMNA  /  elarsenal.net

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