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Opinión

El PRI: la cultura de la simulación

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La cultura de la simulación política en México no puede entenderse sin el PRI, partido que no la inventó, pero se ha adueñado de ella totalmente, y la ha practicado siempre y en toda ocasión, llevándola además a un nivel de doctorado. Pareciera que hacer política para muchos priístas es un perfecto sinónimo de “simular”, ocultar sus verdaderas intenciones y hacer creer que están ahí para servir a la gente y no para beneficiarse de forma egoísta e ilegal, y cubrirse las espaldas entre ellos.

¿Por qué simulan los “distinguidos” políticos de ese instituto? Porque intentan lavarse la cara al presentarse como una opción electoral aceptable, como un partido que sí está interesado en la ciudadanía, cuando la verdad es que a muchos encumbrados priístas lo único que les interesa es saquear las arcas del país, depredar el presupuesto, y usar el poder para aplastar, amedrentar, y para permanecer impunes.

Más aún, cabe preguntarse, ¿cuál es la ideología, la filosofía que profesan en ese partido? Cuando alguien se adhiere a sus filas, evidentemente no lo hace convencido de ninguna razón ideológica, no lo hace motivado por argumento filosófico alguno, ya que el PRI carece de todo fundamento doctrinario.

La ideología de la “Revolución” y su supuesta justicia social que supuestamente inspiró en algún momento al PRI, ha sido rebasada hace décadas, y hoy en día no queda nada de eso, y lo único que vemos es una franca decadencia política, y la corrupción, instalada –y recargada- de vuelta en México.

Hay otras expresiones políticas en nuestro país que al menos intentan fundamentar sus discursos y acciones haciendo referencia a la justicia social, que desean ver por los más desprotegidos, que le tienden la mano a la clase trabajadora, que buscan igualdad de oportunidades para todos, o bien, que hablan de humanismo, de solidaridad, del bien común, de democracia real, transparencia, fin de la impunidad, y valores cercanos a la doctrina social de la Iglesia.

Pero el PRI no. Totalmente desconocidos son sus ideales, si es que los tienen. Es un partido de pragmáticos cuyos ojos brillan por el dinero y el poder, groseramente, que no tienen nada de humanistas, ni en el discurso, ni en ningún lado. Por eso es que echan mano de la simulación todo el tiempo. Porque no los mueve el bien común, sino sus propios intereses de grupo.

Ejemplos hay muchos. El PRI se sienta a firmar el Pacto por México con el PAN y el PRD -que efectivamente está generando beneficios para los ciudadanos, pero eso no se debe a ellos-, pero al mismo tiempo instalan una red electoral ilegal para valerse de programas sociales para inducir el voto de la gente con hambre, como mostró el #CasoVeracruz. Es decir, pactan la paz, la armonía política, el acuerdo, el trabajo plural pero unido, y al mismo tiempo se confabulan para ganar unas elecciones con métodos irregulares y nada democráticos…

Luego, sorprendidos en su movida con 13 horas de grabación de evidencias, se ven obligados a simular un castigo a algunos de los responsables, a fingir un cambio de actitud, y que no hubo impunidad, con la caída de siete funcionarios menores y de un secretario de finanzas estatal, pero nada ha cambiado en realidad, y hay reportes desde Jalapa que señalan que todo sigue igual…

En el tema de la inseguridad, el PRI no está aportando solución alguna. Lo que sí hace es vender la ficción de una mejoría, hacer como que sí está combatiendo al crimen organizado con alguna estrategia que nadie conoce, pero lo que en realidad hace es una simulación, al desaparecer de todo discurso oficial palabras como narcotráfico, narco, desaparecidos, masacres, muertos…

La mano negra del PRI también se deja ver en la partidización del IFE, que de ciudadano ya no tiene ni un pelo. Sólo es una simulación más, ya que ahí dentro los dados están muy cargados hacia el PRI, al que no tocaron por sus excesos electorales en las pasadas elecciones, y eso que PAN y PRD denunciaron públicamente -de forma documentada-, los “billetazos”, y los casos Monex y Soriana…

Una simulación más es el castigo a funcionarios menores de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), aún cuando los verdaderos y únicos responsables por el abuso del poder y la prepotencia exhibida en el Restaurant Máximo Bistrot, fueron el titular de esa instancia Humberto Benítez Treviño y su hija, mejor conocida como #LadyProfeco. No pasa nada, y nunca caen los culpables, siempre son entregadas cabezas ajenas, posiblemente inocentes.

El gobierno federal simula asimismo el fin de la impunidad de líderes sindicales dañinos y pone tras las rejas a Elba Esther Gordillo, pero deja libre a Carlos Romero Deschamps, del sindicato de Pemex. Por su cuenta, Romero Deschamps lleva simulando décadas que le importan aunque sea un poco los derechos y el bienestar de sus agremiados, mientras la prensa ha descubierto los muchos lujos que lo rodean a él y a sus hijos, la vida de terciopelo que se da a costillas de quienes sí trabajan en esa paraestatal.

Ejemplos sobran. Basta decir que cada gobernador del PRI es siempre un acabado ejemplo de simulación, de las más venenosa que hay, la que habla de buscar mejorar las condiciones de vida de los mexicanos, pero invariablemente, a fines de cada sexenio, van saliendo a la luz las grandes deudas, las graves irregularidades, los desfalcos millonarios.

Recordamos a Andrés Granier, Fidel Herrera, Rubén Moreira, Arturo Montiel, Ulises Ruiz, Mario Marín, entre muchos otros. La conclusión es que estos grandes simuladores nos salen muy caros a todos los mexicanos. Caros a la democracia, caros al bolsillo, caros en que no frenan la inseguridad. Caros en todo.

Debemos luchar en cada oportunidad contra esta nefasta cultura de la simulación y exigir transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción, siendo leales a lo que somos, ciudadanos, familias en lucha por un mejor México. No debemos tolerar dobles discursos de nadie. Fin a las simulaciones.

Por: Raúl Tortolero / elarsenal.net / @raultortolero1

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