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Opinión

Cruzada contra el hambre; atole con el dedo

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La Cruzada Nacional contra el Hambre puesta en marcha el pasado 21 de enero es una medida de corte asistencialista que desafortunadamente fallará como tantos otros programas oficiales aplicados en los últimos 70 años para acabar con la pobreza.

En 1944 se instrumentó el programa de abasto social de leche. En 1971 se inició el Conafe. En 1972 se pusieron en marcha, a través del INI, los albergues escolares. En 1975 comenzó la entrega de desayunos escolares. En 1980 se dio el banderazo al programa de abasto social. De 1989 a 1994 se aplicó el Pronasol. En 1997 se impulsa Progresa y en 2002 nace Oportunidades.

Pero si esas medidas mitigaron en cierta medida la pobreza, lo cierto es que en siete décadas la cifra de menesterosos se extendió a 52 millones, lo que significa que el 46 por ciento de la población nacional carece de la alimentación necesaria para sobrevivir.

En contraste, conforme a cifras de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), México es actualmente el segundo país con más número de billonarios en América Latina, sólo superado por Brasil con 30 billonarios.

En nuestro país hay 11 billonarios, a razón de uno por cada 10 millones de habitantes.

Pan y circo han sido las medidas y proyectos que hasta el momento ha impulsado el gobierno, porque la aprehensión de la corrupta lideresa Elba Esther Gordillo y la aprobación de la reforma en materia de telecomunicaciones, de ninguna manera benefician directamente al estómago y a los bolsillos de las grandes masas.

El caso de la ex lideresa magisterial fue ampliamente aplaudido y reforzó el proceso de legitimación de Peña Nieto, mientras que la reforma a telecomunicaciones hace pensar que representó un duro golpe al duopolio televisivo.

Pero el hecho de que la profesora duerma tras las rejas no significa necesariamente el fin de los liderazgos sindicales corruptos. La mejor prueba de ello es que el dirigente del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, continúa libre.

La reforma a telecomunicaciones no será otra cosa que la redistribución de los medios de comunicación entre otros dos o tres acaudalados empresarios. Emilio Azcárraga podrá tener su propia empresa telefónica y Slim poseer una cadena nacional televisiva.

El tiempo dirá si dicha reforma se dio para abrir nuevos senderos a la democracia y/o parafraseando a Jesús Reyes Heroles: reformar para que todo siga igual.

No hay tal intención de acabar con los monopolios. ¿Qué va a pasar con los Saba y su monopolio en la distribución de medicamentos? ¿Con los pulpos camioneros? ¿Con las cadenas de supermercados que atomizan a los pequeños tenderos? ¿Con los dueños de Maseca que acaparan la industria de la masa en México? ¿Con los propietarios de cadenas radiodifusoras? ¿O con Germán Larrea, propietario de ricas minas?, y un largo etcétera, porque faltaría espacio para desglosar el número de monopolios que prevalecen en México.

Por: Carlos Blanco / elarsenal.net

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