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Opinión

Crisis de legitimidad electoral en México

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El algoritmo se sostiene: el presidente Enrique Peña Nieto no puede permitir que el PRI robe éxitos electorales a la oposición y al mismo tiempo ver aprobadas las reformas a través del Pacto por México. Ambos puntos se contraponen frontalmente.

Enrique Peña Nieto es un priísta, pero es el presidente de México. Es decir, para él, desde una perspectiva política e histórica, es mucho más conveniente lograr sacar adelante las reformas estructurales y trascendentes que México y sus ciudadanos realmente necesitan, que apoyar al PRI para que obtenga todos los éxitos electorales posibles este 7 de julio, en el 2015 y 2018.

Si opta por ser el “primer priísta” del país, y no por el primer mandatario de todos los mexicanos, sin duda perderá toda legitimidad, la que ha intentado construir al hacer importantes acuerdos con las principales fuerzas políticas.

Asumir que en tanto priísta debe tolerar -o incluso alentar- que los gobernadores del PRI logren arrebatar los triunfos de la oposición con toda clase de trampas electorales, no le conviene al país, ni a la democracia, claro, pero además, por supuesto, tampoco a él.

Es decir, para Peña Nieto, debería ser una prioridad cuidar a la oposición no sólo como un natural contrapeso político, como la fuente de una visión crítica permanente de su administración que le ayude a mejorarla, e incluso como un co-gobierno, sino a nivel más pragmático, como la única posibilidad de hacer reales las reformas.

Por ello debe atender seriamente las crecientes y constantes denuncias que la alianza opositora PAN-PRD ha hecho y reiterado en contra de gobiernos estatales que con Addendum o sin éste, siguen operando impunemente como una maquinaria electoral que emplea toda clase de recursos públicos a favor del PRI.

Cada día se dan a conocer más y más irregularidades electorales a favor del PRI sin que pase absolutamente nada. Los institutos electorales estatales, controlados por gobernadores, deben desaparecer. Estar tripulados por ese partido justifica su desaparición.

Y la suma de anormalidades electorales en muchos de los 14 estados donde habrá elecciones, abona en general al nacimiento del Instituto Nacional Electoral (INE), para que sea éste el que organice las elecciones estatales -y federales- y los criterios electorales no se vean sujetos a los caprichos de los gobernadores en turno.

Todo lo cual conduce directo a una grave crisis de legitimidad a Peña Nieto, ya que en la medida en que el PRI gane elecciones en 2013 y 2015 bajo una cascada de acusaciones por parte de la oposición, el Pacto por México tendrá necesariamente que ir perdiendo fuerza y desaparecer totalmente. Cuando esto suceda, se habrá perdido además, diálogo, interlocución, capacidad de lograr acuerdos, confianza, y por ende, gobernabilidad.

La oposición podría ser entonces francamente radical y endurecer su discurso, y las corrientes de los hoy moderados del PAN y del PRD, extremar posturas. Y estarían totalmente justificadas, porque se le ha estado quitando a la fuerza a la ciudadanía la capacidad de elegir a sus gobernantes. Estamos regresando al pasado en el plano electoral. Estamos retrocediendo más de 20 años en la historia. No debemos permitirlo.

Aún tiene tiempo Peña Nieto para rectificar. Nadie desea el retorno del PRI autoritario ni de la presidencia imperial. Y él lo sabe.

Por: Raúl Tortolero/ elarsenal.net

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