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Opinión

Crecimiento con Sabor Amargo del Fracaso; México, en el más prolongado estancamiento

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¿Qué le pasa a la economía mexicana? ¿Su incapacidad para despegar y crecer al ritmo que le marca la Secretaría de Hacienda se debe a desajustes temporales y eventos inusitados? El gobierno está en esa creencia. Pero por debajo de las eventualidades, México está recibiendo daños por los efectos de problemas estructurales y distorsiones generados por una política económica del gobierno.

Es verdad, la caída de la producción petrolera del país, las temperaturas extraordinariamente bajas que vivió EU en el invierno pasado –que desplomó el consumo del principal cliente comercial de México– y el incremento de los impuestos en nuestro país, frenaron a la economía mexicana. En otras palabras, eventualidades echaron a tierra los pronósticos del gobierno.

PIB ADULTERADO

Para fortuna del equipo de Hacienda, porque la realidad pudo golpear con mayor fuerza a sus estimaciones, el crecimiento del PIB (1.8%) del primer trimestre de 2014 se compara con un indicador muy bajo: su similar de 2013 registró un paupérrimo avance de 0.6 por ciento.

Además, el primer trimestre de 2014 tuvo más días laborales que el mismo periodo de 3013, lo que adultera los datos comparativos del crecimiento. Los hace más grande de lo que en realidad fueron. Recordemos que la Semana Santa cayó en primer trimestre de 2013, mientas que en 2014 cayó en el segundo trimestre.

Si sólo apreciamos el momento –trimestre vs trimestre–, sin tomar en cuenta los detalles ni las características puntuales de las tendencias que arrastra la economía, pareciera que efectivamente el bajo crecimiento se debe a eventualidades.

TRES DÉCADAS DE MEDIOCRIDAD

Al alejarnos de la coyuntura, la realidad es preocupante: la economía mexicana lleva más de 30 años creciendo al mínimo, por debajo de su “verdadero” potencial, como los advierten los “pronosticadores” y funcionarios, para justificar sus desaciertos. Nos dan a entender que escondida en algún lugar de las entrañas de la economía mexicana, existe una fuerza productiva que está lista para saltar en cualquier momento. Hay discursos oficiales que la mencionan para justificar pronósticos fallidos y reciclar las promesas de un futuro mejor.

Lo grave del asunto es que lleva mucho tiempo escondida, mientras en deterioro sigue desplomando los niveles de vida social de los mexicanos.

Alejémonos, pues, de la coyuntura y enfocamos el análisis en los últimos 21 meses. En este periodo, la tasa promedio de crecimiento trimestral de la economía mexicana es de apenas 1.8 por ciento. Un avance pobre que no responde a las necesidades de los mexicanos. Se trata de algo así como un estado vegetativo de la economía, lo cual genera más daños que una recesión.

UNA ECONOMÍA EN ESTADO VEGETATIVO

Es verdad, el alza de impuestos golpeó el poder de compra y contrajo el consumo de las familias mexicanas, pero la contracción del mercado interno y la desconfianza del consumidor se han gestado en una etapa crítica de 21 meses.

Aquí se encuentra una de las razones de paupérrimo crecimiento de México, las cuales no son tan “eventuales”. Eso es por el lado del consumo, pero en el frente de la producción (oferta) la situación es más grave. Las cifras realmente son alarmantes.

En este tema, el equipo económico de Peña Nieto está bloqueado para entender que son reales y existen motivos concretos que alimentan la desconfianza y el descontento empresarial. No se trata de caprichos privados, el malestar tienen su origen en una grave situación de crisis.

UNA DESCONFIANZA MUY PELIGROSA

En 2013 la industria se desplomó (su PIB reportó tasas negativas) durante los 4 trimestres consecutivos del año. Según cifras del INEGI, el año pasado el Producto Interno Bruto de sector secundario cayó -1.6% en el 1er. trimestre; -0.3% en el segundo; -0.5% en el tercero; y -0.4 por ciento den el cuarto. Esta situación, obviamente, condenó a la bancarrota a muchas empresas.

Pero si a esa grave situación de contracción económica se le impone un esquema fiscal recaudatorio, de aumento de impuestos y castigo al consumo –cuando lo que se necesita es un marco fiscal promotor del crecimiento–, el resultado se traduce en una pérdida de confianza y credibilidad de los sectores productivos respecto a las políticas del gobierno.

Es cierto, como lo advierte el Secretario de Hacienda, a pregunta expresa en un programa de radio: “… los impuestos siempre son polémicos”. El problema no está ahí. La problemática se encuentra en entender los tiempos –es decir, cuándo se deben aplicar impuestos recaudatorios–; y en el armado adecuado de sistemas impositivos que acompañen a la estrategia de política económica. ¿Por qué no se propuso y se implanto un sistema impositivo que promoviera el crecimiento de la inversión y el consumo privado?

Uno de los peores males que generan los sistemas fiscales con un simple perfil recaudatorio, es que empujan a las empresas a la informalidad. Esto, a su vez, cancela caminos para elevar la productividad y competitividad económica del país, pero además, condena al deterioro de los niveles de vida de los mexicanos. En la economía subterránea se pagan los peores salarios y no existe la innovación tecnológica.

Por: Agustín Rodríguez Trejo /elarsenal.net

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